lunes, 29 de febrero de 2016

Mientras el mundo gira, se venden y compran armas

Columna de opinión publicada originalmente en Estrella Digital.
Desbrocemos la columna: el planeta seguirá girando independientemente de quién consiga formar el próximo Gobierno, incluso si no es del PP, lo sé porque me quedé sin padres y el mundo físico no pestañeó, los semáforos continuaron cambiando de color cada 30 segundos como si nada hubiera ocurrido.
Más broza: no existe una España sin guerra civil, que tenga el espíritu nacional de la Albania de Enver Hoxha o de EEUU; no existe una España centralizada sin CCAA (aunque se descalifique el sistema y una cuarta parte de la población ya se declare favorable a un imposible centralismo simplificador). Si respetamos las peculiaridades británicas en la UE, respetemos las domésticas.
Y no existe un mundo sin comercio de armas. Un primer acercamiento al asunto es conocerlo, luego se verá qué hacemos con él, y prestar atención al detalle.

Quién vende

Y en esto del comercio de armas hay gente que informa con rigor, entre ellos un instituto sueco que responde a las siglas de SIPRI.
Según información difundida este mes de febrero (comercio) y este diciembre (empresas), el SIPRI nos dice, por ejemplo, que España fue el séptimo exportador mundial de armamento en el lustro 2011-15.
Entre las empresas nacionales, Navantia ha desaparecido del listado de los 100 principales fabricantes mundiales de armas. Hace un par de años fue Indra quien se cayó de la lista.
Hay que tener en cuenta que las estadísticas recogen ahora contratos firmados hace una década. La tendencia es a la baja en construcción naval, que ha encabezado el volumen de ventas en los últimos años, y al alza en el sector aeronáutico. La presencia hispana en tan ilustre clasificación hay que buscarla en Airbus, donde España va perdiendo poder corporativo con sólo el 4% de las acciones y sorprendentemente mantiene una carga de trabajo que triplica aquel porcentaje.
Subiendo por países exportadores, por encima de España se sitúan Reino Unido, Alemania, Francia y el podio es para China (escalando posiciones), en tercer lugar, Rusia medalla de plata (la cuarta parte de las ventas mundiales de armamento) y oro para Estados Unidos (concentra el 33% de las exportaciones mundiales de armas).
Lo anterior es consecuencia de la nacionalidad de los principales fabricantes, encabezados por Lockheed Martin y Boeing (EEUU), la británica BAE System en tercer lugar; Raytheon, Northrop Grumman y General Dynamics (las tres de EEUU) y Grupo Airbus en séptima posición (consorcio europeo).

Quién compra

Empezando por casa, el destino del armamento fabricado en España fue en el último lustro principalmente Australia (por Navantia), Arabia Saudí y Turquía.
A nivel global se pueden destacar algunas zonas cuya demanda de armamento goza de muy buena salud. En primer lugar el subcontinente indio, con India como primer importador de armas del planeta (con Rusia como el suministrador mayoritario), Pakistán el séptimo (compra a China y EEUU).
Otra región donde este negocio florece es Oriente Próximo, con un crecimiento del 61% en los últimos cinco años, con Arabia Saudí como segundo país importador de armas del mundo (principalmente de EEUU y Reino Unido), Emiratos (cuarto lugar planetario, de EEUU y Francia) y Turquía como sexto mayor comprador (de EEUU).
Qátar ha triplicado sus compras en el último lustro, Egipto sigue importando armas y sorprende algo, no mucho, encontrar a Irak como comprador de armamento a Estados Unidos.
China, Vietnam y Corea del Sur muestran también gran actividad importadora.
Gifs tomados de un anuncio de
The New York Times.

Matices

La compraventa de armamento da pistas sobre zonas conflictivas, sobre presupuestos destinados a este fin sin relación con el tamaño de cada PIB, sobre capacidad exportadora, suministradores y suministrados.
Existen embargos internacionales de armas que se respetan y luego zonas difusas donde todo es discutible, no ilegal. No es lo mismo venderle una fragata a Noruega que misiles con uranio enriquecido a Corea del Norte.
En esto de las armas quienes las fabrican las denominan tecnologías y material de defensa, y enfatizan con razón que se encuentran a medio camino del mundo civil y militar.
La empresa española que fabrica motores los coloca en un caza, en un jet privado y en un avión de pasajeros. El mundo de los videojuegos y los simuladores militares son primos hermanos. La ciberseguridad interesa a militares y civiles.
La industria de defensa no crea mucho empleo, aunque dicen que es de calidad; tiene buena prensa donde hay fábricas (Cádiz, Sevilla, Ferrol, Getafe, Albacete) y regular en el resto, aunque a las empresas no les preocupa en exceso la opinión pública, los contratos se ganan en los pasillos de los ministerios.
Una de las realidades no menor de la próxima legislatura será un mayor protagonismo del Parlamento. Junto a esto, en programas y pactos viene apareciendo la necesidad de consensuar algún mecanismo plurianual que estabilice en el presupuesto los programas de adquisiciones. Lo ideal es fusionar las dos últimas frases (= transparencia parlamentaria de la compra de armamento).
Para conspiranoicos: se dice que acabar con el hambre en el mundo es una tarea realmente complicada, no así dar de comer a un niño que lo necesite, más real y al alcance de la mano. Pues eso, centrémonos en el detalle. Lo más útil puede ser poner el foco en empresas, intermediarios y operaciones concretas, me dice la intuición periodística.

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lunes, 22 de febrero de 2016

Tánger on ice

Columna de opinión publicada originalmente en Estrella Digital.
Como Disney. Tánger congelado. En esta ciudad del norte de Marruecos propios y sobre todo extraños parecen seguir enquistados en esa supuesta época dorada del Protectorado (1912-1956), más concretamente en la singular administración internacional de Tánger entre 1925 y 1940, fecha en la que Franco aprovecha la guerra europea y la entrada de los nazis en París para tomar la ciudad, cinco años de administración hispano-española tras los que recupera algo de su carácter después de la contienda hasta la independencia de Marruecos. Salvo ese paréntesis, la ciudad tuvo una administración compartida por Francia, Reino Unido y España, a la que pronto se sumaron Portugal, Bélgica, Países Bajos e Italia; más la Unión Soviética tras la 2GM.
Es el Tánger de entreguerras y entre costuras, el que refleja en parte la película Casablanca, donde se echan en falta un par de cosas: actualidad y marroquíes.
Espías, millonarios, escritores, bohemios (término que alude a una frecuencia u orientación sexual estadísticamente minoritaria), todos estimulados por el entorno y algunos productos químicos, vivieron un par de décadas en un ambiente abierto y cosmopolita poco frecuente en la época, de la que siempre se olvida que es fruto del colonialismo y que aquella tierra era habitada mayoritariamente por marroquíes, que poco aparecen en novelas y crónicas nostálgicas, secundarios de un escenario exótico como podía haber sido otro.
Repitamos: la ocupación militar de países para esquilmarlos está feo, la ocupación militar de países para esquilmarlos está feo.
En la sopa mental donde se mezclan todas las películas de Woody Allen aperecen dos ancianas quejándose del menú: "Qué comida más mala, y qué poca".
Sucede que no es raro leer que España nada sacó de su ocupación colonial de Marruecos, no se cuestiona el colonialismo en sí, sino los escasos resultados de su práctica; y se idealiza la época.
Por allí estuvieron empresarios y financieros tratando de rentabilizar líneas privadas de ferrocarril, monopolios comerciales, minas, transporte, contratos públicos y más de 100.000 españoles entre algunos pocos colonos (de ahí colonialismo) y muchos funcionarios, con servicio doméstico local 25h diarias y nivel de vida superior a la península.
Entonces y ahora Tánger sigue a tiro de ferry, a una hora de estrecho.
El Tánger de la leyenda ya no basta, las referencias literarias te alejan de la ciudad.
La fábrica de Dacia instalada por el grupo Renault en las cercanías de Tánger sospecho que ha hecho más por la felicidad de la zona que todas las fiestas beat de aquella época dorada.
El carácter más o menos libertario de un puerto franco de los años cincuenta del siglo XX hoy lo tenemos en cualquier parte: variedad de religiones, conversaciones grabadas por un micro micrófono escondido entre las flores de plástico del centro de la mesa, corruptelas hasta en el pueblo más pequeño de Murcia.
Desde estas páginas digitales aprovecho para proponer que los circuitos turísticos y guías de Tánger incluyan, además de la medina, la fábrica de Renault: una multinacional francesa fabricando automóviles en Marruecos que montan motores fabricados en Valladolid es la muestra actual del Tánger cosmopolita, ejemplo de internacionalismo, de multiculturalidad y de empleo en el tradicionalmente deprimido norte de Marruecos. Se podrían añadir en el tour las obras del tren de alta velocidad que unirá en breve la ciudad con Casablanca; el puerto Tánger-Med; los cables de fibra óptica que atraviesan el Estrecho, pinchados en cada escala por la alianza anglosajona.
A diferencia del Tánger internacional de la nostalgia o la boda de la hija de Aznar en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el público ya no se conforma con ver el paseíllo de invitados, el personal renuncia al papel de secundario.
Lo que no implica olvidar la historia ni mantener los referentes. Esperanza Aguirre dice haber descubierto hace una semana que en Génova 13 se juega.

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lunes, 15 de febrero de 2016

Elogio de los efectos secundarios

 Columna de opinión publicada originalmente en Estrella Digital.
En ocasiones las consecuencias no deseadas pueden ser mejores para el común que el objetivo primero, beneficios inesperados para la mayoría.
Viene esto al hilo de la indignación de algunos países de Europa más la alianza anglosajona, eso que llamamos Occidente, porque Corea del Norte ha lanzado, al parecer con éxito, un satélite de observación. La sorpresa no procede de que moleste que los norcoreanos quieren contemplar la Tierra desde el espacio, sino en su capacidad probada para poner en órbita o trasladar a largas distancias toneladas de lo que sea, también de explosivos.
La carrera espacial del alunizaje y Jesús Hermida, la inversión multimillonaria que centró buena parte de la idealizada guerra fría, estaba más relacionada con el desarrollo de misiles balísticos que con la cosecha de piedras lunares. A partir de los avances tecnológicos nazis en la Segunda Guerra Mundial, EEUU y la URSS desarrollaron los misiles balísticos como instrumento imprescindible para poder lanzarse armas nucleares.
Cuando se nos asusta con la posibilidad de que grupos terroristas puedan acceder a armas químicas, bacteriológicas, nucleares -probablemente algún ministro en funciones esté pensando en recordarlo, si no lo ha hecho ya-, normalmente se oculta que además del contenido hay que disponer de un continente, un vector (agente que transporta algo de un lugar a otro); en estos casos es aún más difícil conseguir el vehículo que el pasajero.
Pero el común de los mortales nos hemos beneficiado de la carrera espacial-misilística: no sólo la miniaturización de la tecnología, también el velcro, el taladro sin cables, el refresco soluble con sabor a frutas (por no escribir Tang), el termómetro de oído y las mejores gafas de sol son efectos secundarios beneficiosos.
No es mucho teniendo en cuenta el riesgo de destrucción planetaria con las aún existentes 15.965 cabezas nucleares, pero algo es algo.
Otro ejemplo: los avances tecnológicos que hoy nos permiten estar conectados 24 horas diarias tienen su origen en la doble revolución registrada por la informática y las telecomunicaciones.
Como en el caso anterior, el objetivo primero no era mi vida social o hundir la prensa escrita en papel, sino militar (inversiones públicas del Pentágono) a lo que se sumó más recientemente los réditos muy reales de la globalización financiera, los mercados abiertos non-stop, sin molestas interrupciones de fiestas locales y horas nocturnas. Pero nosotros hemos sacado Twitter, Facebook y los navegadores para el coche.
Último ejemplo. Ante una catástrofe, de origen natural o humano, lo único bueno sólo pueden ser los efectos secundarios; dicho de otra manera, su gestión y lo que se aprende en el proceso.
La invasión de Irak de 2003 puede calificarse de catástrofe humanitaria y disparate político, origen de cientos de miles de muertos y placenta del Dáesh, el autodenominado grupo terrorista Estado Islámico.
El periódico El País sacó a la luz hace un par de años un vídeo que mostraba torturas por parte de cinco militares españoles a prisioneros iraquíes durante aquella invasión en la que algunos siguen diciendo que no participamos. También por el mismo diario conocemos en febrero de 2016 que el Tribunal Militar Central ha archivado el caso.
Es iluso defender que en un amplio colectivo como las Fuerzas Armadas no se produzcan casos de acoso laboral o sexual, e incluso torturas en un escenario bélico sin reglas como el Irak de 2003, lo que parece aconsejable es que la organización desanime al potencial agresor y actuar de inmediato si no se ha podido evitar.
El caso tiene implicaciones sobre la moral individual y la ética colectiva, ante un suceso de este tipo inmediatamente la cabeza se predispone a favor del agresor o de la víctima. En esta función personalmente elijo el papel de torturado.
Pero si pensamos en una organización la clave es cómo se reacciona al escándalo, si prima el corporativismo incluso por encima de un delito. Las imágenes muestran a delincuentes hoy impunes y algunos todavía de uniforme.
El auto que archiva el caso grabado y probado de torturas en Irak puede tener el atractivo artístico de la coherencia legal, pero es incomprensible.
En este asunto de Irak aún no han llegado los efectos secundarios beneficiosos para la mayoría.
Nos falta el velcro.


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lunes, 8 de febrero de 2016

Intermediarios en crisis

Columna de opinión publicada originalmente en Estrella Digital.
Tienen mala imagen, se sitúan en mitad de una cadena a la que no aportan valor y suben el precio final a costa de rebajar ingresos al resto de participantes. Desconozco en qué mejoran el producto figuras como los notarios o los registradores de la propiedad -la segunda categoría sólo la he conocido como súbdito-, si se trata de garantizar un acuerdo podría el Estado avalarlo sin coste ni subcontratación. Aunque no siempre es así.
Intermediario es quien recoge la leche en la granja y la acaba poniendo en el punto de venta cerca de mi casa, se triplica el precio pero hay que reconocer un proceso de pasteurización, envasado y transporte que quizá lo valga. El precio final de la cerveza o un perfume es fundamentalmente transporte y promoción, pura intermediación.
Otro misterio es que cuando uno acude al origen no puede comprar un litro de leche a treinta céntimos de euro, aún habiendo eliminado toda la cadena de intermediarios; en este caso el productor asume los beneficios de las fases en las que no participa. Si esto es categoría, no podemos prescindir de la cadena.
La revolución de las telecomunicaciones ha provocado una crisis casi existencial de los intermediarios -mediadores, en término más elegante- en ámbitos como la política y la comunicación.
La democracia directa o el periodismo ciudadano permiten ejercer nuestro voto inmediato en Change.org o transmitir un suceso con nuestro teléfono inteligente -acertada expresión, como la de gas natural- en cualquier momento y lugar.
Reconozcamos que ciertos cambios sociales y tecnológicos han cambiado el escenario en el que tradicionalmente se han desarrollado la política y el periodismo.
Lo que está en crisis sin embargo son modos y formas de comportarse inalteradas en cien años, es decir, estamos en crisis muchos periodistas, no el periodismo; viven al margen de la realidad a la que deben representar muchos diputados, lo que no se arregla dinamitando el Parlamento.
Volviendo al principio, la sociedad pone hoy en cuestión el papel innecesario de muchos comportamientos profesionales, no la imprescindible labor de mediación que debe ejercer un profesional de la comunicación entre lo que ocurre, su interpretación y el ciudadano que no se dedica a estas cosas.
La sociedad pone hoy en cuestión el papel innecesario de muchos comportamientos profesionales
La demagogia de quienes ni creen ni necesitan de la política, muchos en ella instalada, les lleva a utilizar el descontento ciudadano para rebajar número de diputados -empeora la representación-, eliminar incluso el sueldo de parlamentario, recortar en subvenciones y financiación de partidos o grupos parlamentarios, lo que despeja el camino para la actuación de millonarios o corruptos, a veces combinados.
En el caso del periodismo a lo anterior se une que ha crujido el modelo de negocio por el que funcionaba cualquier periódico, y las principales cabeceras han perdido un 15% de venta en papel sólo en el último año cuando vivimos el momento de la historia que más información se lee y consume.
El periodista y el político que no crean valor están condenados a la extinción, no así quien ofrezca lo que exige el ciudadano en la sociedad actual.
Uno sospecha que el futuro pasará también en estos campos por fórmulas de éxito ya comprobadas, una plataforma tecnológica ágil más el trabajo profesional del mediador y que culmina con la colaboración entusiasta del ciudadano aportando contenidos e intereses.
Algo parecido está detrás del éxito de Amazon o eBay, que ha convertido en multimillonarios a sus principales accionistas quienes, curiosamente, han dedicado su patrimonio -en una pequeña proporción- a invertir y hacerse con la propiedad, el primero, de The Washington Post, medio aparentemente tradicional; el segundo a impulsar The Intercept, medio aparentemente innovador.
El comportamiento de Jeff Bezos y Pierre Omidyar sólo puede responder a dos opciones: o les importa un carajo la rentabilidad económica del medio en el que han invertido, se conforman con la influencia; o apuestan por un nuevo modelo de periodismo y de negocio periodístico, que ya está tardando porque su irrupción en casa ajena se produjo hace ya un par de años.
Resumiendo: crisis de intermediarios obsoletos; y a seguir buscando indicios de aquéllos que puedan marcar el futuro de la política y de la comunicación, aunque probablemente ni ellos mismos lo sepan en este instante. Entre la vaca y la nube del cortado hay espacio para la innovación, incluidos los extremos de la cadena.

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lunes, 1 de febrero de 2016

Políticos y expertos

Columna de opinión publicada originalmente en Estrella Digital.
Vicente Martínez- Pujalte, en el Congreso el pasado mes
de agosto. Foto: Julián Rojas, en El País, 19-1-2016.
En política se duda, se interpreta, se utiliza la palabra y el debate para convencer, mundo al que se contrapone la objetividad supuestamente indiscutible del experto que no duda, no interpreta ni debate y con palabras las justas se presenta capaz de resolver el problema con rapidez y rotundidad.
Los expertos viven y opinan al margen del calendario y del reloj, no les afecta la oportunidad política, el control o intuición de los tiempos, que sí tuvieron buena parte de los protagonistas de la sacrosanta Transición, independientemente de las decisiones que tomaron, supieron leer el momento y, por ejemplo, firmaron unos Pactos de la Moncloa de contenido fundamentalmente económico que escaso efecto tuvieron sobre la inflación y algo sobre la convivencia.
Los especialistas que se meten a opinar de política pierden de inmediato su categoría de expertos
La recompensa al esfuerzo del opositor, o la seguridad que debe dar un sobresueldo millonario ocupando escaño, tiene como resultado en las siguientes cuatro décadas la certeza de lo que hay que hacer, el monopolio de la interpretación correcta de la realidad, incluso aunque se ocupen puestos de confianza y responsabilidad política.
La verdad revelada y la seguridad de la cuenta corriente frente al argumento, 5 a 1.
Como recogía hace un par de números una revista satírica, el langostino, la Navidad y las elecciones han sido ecosistema favorable al crecimiento y engorde del experto, ya sea profesional o amateur-familiar (no hay pariente al que reconozcamos sabiduría).
Lo bueno es que algo hemos aprendido durante la crisis, que ha tenido entre sus víctimas la infalibilidad del economista y del auditor, hasta hace poco encuadrados en disciplinas de las ciencias exactas y hoy en el apartado de las ciencias sociales, donde interviene el comportamiento humano, algo más imprevisible que el mecanismo de un reloj de cuco.
Gustavo de Arístegui representando al Estado en la India y Federico Trillo en el Reino Unido han sido parlamentarios y ocupan hoy un puesto de confianza política, pero aparentan y se comportan como expertos, especialistas, uno en fontanería empresarial y mundo árabe y el segundo en defensa jurídica del PP y Shakespeare, podría figurar en sus tarjetas.
En la vicepresidenta y en el presidente, ambos pertenecientes a un cuerpo superior del funcionariado, ambos acostumbrados a ser escuchados, se ha comprobado en debates electorales, precampaña y postelecciones su incomodidad al tener que convencer, a persuadir, no lo han practicado durante años, no parecen capaces.
Todo lo anterior se complica con la figura del politólogo, el experto en política, que tiene la rotundidad del matemático y, entendiéndolo todo, parece conocer lo que va a suceder en las próximas semanas, aunque la realidad es que sólo tiene una buena interpretación de lo que ya ha ocurrido, que no es poco.
Los especialistas que dedican su jornada laboral a la seguridad del Estado, sea en el CNI, en las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil, la Policía Nacional o el Ministerio de Industria, que también los tiene, evidentemente tendrán que orientar su trabajo a las directrices de la autoridad política que resulte de la formación del próximo Gobierno. Su claridad de ideas seguirá estando al servicio del vicepresidente/a y del Gobierno, sea quien sea el responsable al cargo, se llame Soraya, Pablo, Íñigo o José Enrique.
Los expertos viven y opinan al margen del calendario y del reloj, no les afecta la oportunidad política, el control o intuición de los tiempos
"El Centro Nacional de Inteligencia es el Organismo público -las mayúsculas son del BOE- responsable de facilitar al Presidente del Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones", dice la ley reguladora del CNI de mayo de 2002.
La misión del CNI que marca la ley es suficientemente amplia para contemplar una gran variedad de actuaciones, que se podrían resumir en elaborar inteligencia para que el Gobierno reduzca algo la incertidumbre a la hora de tomar decisiones sensibles, normalmente relacionadas con la seguridad en una acepción muy generosa.
El destinatario de su trabajo no lo eligen estos expertos, está fijado por ley, porque otro comportamiento -al margen de obligaciones contractuales- rebajaría su categoría del elevado nivel del especialista técnico al del profesional de las ciencias sociales, al de periodista o analista político, que emite opiniones con apenas una certeza del 53%, es sensible a las corrientes de aire y a los cambios bruscos de temperatura.


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