lunes, 31 de octubre de 2016

Peligro: desinformación

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Organizaciones de todo tipo, empresas, partidos políticos, administraciones, gastan buena parte de sus energías en responder a bulos y falsedades que circulan con éxito por las redes de comunicación.
Cuidado, nos quieren advertir, los demás te están desinformando.
A ello contribuyen varios factores, uno de ellos la política del escándalo, delitos, jueces y sumarios, insultos, grabaciones, filtraciones, montajes, el grito que pretende imponerse en los medios con independencia de su base más o menos real, por ejemplo que Obama era musulmán y no nació en territorio patrio, asunto que circuló con éxito en su país y aún lo cree una parte de los norteamericanos.
Otro ejemplo disparatado, también con sus voceros disparatados -perfectamente conscientes de lo que hacen- y su público disparatado: el PSOE gobernante en algunas Comunidades Autónomas maltrata la Educación y Sanidad aún más que el PP que las desplumó antes de ayer. ¿Alguien se lo cree? Pero hay que desmentirlo.
Al panal de la información escandalosa no contrastada acuden con entusiasmo los medios de comunicación amigos y todos en general, obligados en su versión digital o totalmente digitales a la actualización permanente; que se suma al periodismo de mercado que busca más clientes que ciudadanos a los que informar y se abona al escándalo porque, en teoría, atrae a la audiencia.
La Unión Europea tiene activa desde septiembre de 2015 una unidad para contrarrestar la propaganda rusa bajo el nombre de "Estrategia de Comunicación de la UE para el Este".
"El grupo de trabajo ha sido creado a raíz del Consejo Europeo de marzo de 2015, que encargó al Alto Representante (ministro de Exteriores), en cooperación con instituciones de la UE y los Estados miembros, un plan de acción en la comunicación estratégica con el fin de hacer frente a las campañas de desinformación en curso de Rusia", se definen.
Tres objetivos principales: "La comunicación efectiva y la promoción de políticas de la UE hacia los vecinos del Este; el fortalecimiento del entorno general de medios de comunicación en los países vecinos del Este y en los Estados miembros de la UE, incluido el apoyo a la libertad de prensa y el fortalecimiento de los medios de comunicación independientes; y la mejora de la capacidad de la UE para prever, tratar y dar respuesta a las actividades de desinformación por parte de actores externos".
Página web en inglés y ruso, y dos productos concretos: un resumen semanal de bulos, martes y viernes.
"No se deje engañar", clama en Twitter y en su web este servicio de la UE, "pregunta aún más", añade. "Desinformación pro-Kremlin: falsas historias que apoyan las políticas rusas".
La red está compuesta por más de 400 expertos, periodistas, funcionarios, ONG y grupos de reflexión en más de 30 países que alertan al servicio sobre artículos supuestamente averiados.
En su primer año de vida esta peculiar unidad ha localizado 1.649 ejemplos de desinformación, principalmente en ruso, checo e ingles, que la web ofrece resumidas en 174 páginas, la fuente de los bulos procede en su mayor parte de medios rusos y también destacan a Venezuela como lugar propicio a publicar informaciones falsas en español.
El asunto no es nuevo. Al poco de llegar al Ayuntamiento de Madrid el equipo de Manuela Carmena puso en marcha un servicio que despertó cierta polémica, "Madrid Versión Original", para desmentir información publicada en medios. La web fue atacada por el Gobierno PP (el ministro de Justicia Catalá vio inmediatamente un tufo totalitario), asociaciones de la prensa varias e indignados a título particular acusando al nuevo ayuntamiento de censor y bolivariano.
"Remunicipalizar la funeraria no supone ningún coste para el Ayuntamiento de Madrid", contrainformaban hace unos días en esta web, porque ABC publicó lo contrario, 56 millones decía el periódico monárquico que va a costar recuperar la propiedad pública de este servicio que fue privatizado por una peseta en 1992 justo antes de empezar a dar beneficios millonarios.
Con aquella polémica madrileña no costó mucho descubrir que la propia Unión Europea contaba desde hacía dos décadas con un servicio web de desmentidos -Euromitos-, que sigue hoy activo aunque un poco de capa caída entendiendo que dedican ahora los esfuerzos a contrarrestar los bulos informativos del oso ruso.
La UE se ha sumado con entusiasmo a la propia OTAN, muy preocupada desde hace un par de años por el poder de comunicación ruso (la Alianza también publica en cirílico sus comunicados).
En su campaña de elección presidencial de 2008, Obama puso en marcha también una web para desmentir falsedades, como esa de su nacimiento en Kenia.
Ana Pastor y su programa dominical en La Sexta bebe también de la desinformación, con la hemeroteca y las comprobaciones de datos, aunque con el tiempo se ha ido difuminando la norteamericana idea inicial hacia un el info entretenimiento y las entrevistas modelo interrogatorio.
La utilidad de tanto desmentido es cuestionable, más allá de que en las redes esté presente mi versión: se supone que los medios hostiles no publican la corrección y los amigos no publican la desinformación.
Detrás se encuentra una estrategia clásica para contrarrestar el discurso dominante, que es poner en circulación uno alternativo o, mejor aún, meter ruido en el sistema, sembrar la duda y entretener al contrincante.
Porque si un departamento de comunicación emplea el 51% de su tiempo a desmentir bulos, malo, la desinformación ha ganado la partida, queda en minoría el trabajo para crear un discurso propio.
Gana la reacción a la acción.

Sugerencias


lunes, 24 de octubre de 2016

La Armada se enreda, con relativo éxito

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
En esta modernidad que los sociólogos califican de líquida, la Armada navega razonablemente bien; con luces y también algunas sombras.
En los primeros días de enero de 2017 España enviará su buque de guerra más avanzado y moderno, la fragata F-105 Cristóbal Colón, nada menos que a las antípodas, donde permanecerá hasta agosto alquilada a la marina australiana, incluidos sus 200 tripulantes, en un acuerdo entre armadas del que poco sabemos ni ha sido autorizado por el Parlamento ya que no se trata de una participación militar en el exterior al uso. Al parecer, el presupuesto australiano pagará el gasoil, que en expresión del almirantazgo es "mantener su operatividad a coste cero".
La fragata entró en servicio en la Armada en octubre de 2012 tras cinco años de trabajos en los astilleros de Navantia en Ferrol, con un coste de construcción de 800 millones de euros, y cuenta con el sistema de armas Aegis, fabricado por la norteamericana Lockheed Martin, tan avanzado que casi es capaz de integrarse en el escudo antimisiles de EEUU con base en Rota, lo sería en caso de necesidad.
El despliegue de la fragata en Australia, fuera de casa durante ocho meses, no es una novedad absoluta. Durante todo el año 2013 el Ministerio de Defensa permitió o bendijo que la Armada desplegara en el mismo país el buque de aprovisionamieno de combate Cantabria: se trata de un tremendo buque logístico, 170 metros de largo, puede almacenar en su interior líquidos equivalente en volumen a 10 piscinas olímpicas, construido en los astilleros de Navantia en Puerto Real (Cádiz), entró en servicio en 2010 y costó 300 millones de euros.
Un tercer ejemplo de lo que ya es una costumbre se refiere al Patiño, buque antecessor del Cantabria, que estuvo desplegado en Canadá a comienzos de año y en septiembre ha vuelto para allá para integrarse en la Marina Real Canadiense hasta fin de año.
Junto a aquello de mantener la operatividad (la crisis ha reducido días de mar y maniobras), sobrevuela en estos casos los intereses comerciales de Navantia en esos dos países, con concursos en marcha para modernizar su flota.
Una primera interpretación de los casos anteriores ofrece una imagen nada favorable para la Armada, las Fuerzas Armadas en general y el Ministerio de Defensa que las dirige: despilfarro en equipamiento no necesario para nuestra defensa, connivencia entre medios públicos e industria (pública y privada), utilización del equipamiento militar con objetivos de promoción comercial, claro agujero en el planeamiento militar de las capacidades que permite la ausencia durante un año de su principal buque logístico y ocho meses su más moderna fragata, con lo que se deduce que no eran necesarios o que se desprotege la seguridad nacional.
La segunda interpretación suele ser mucho más fina y más benévola.
La modernidad es líquida y el poder se distribuye en redes.
En este sentido hay que recocer la habilidad de la Armada durante las últimas décadas para lograr integrarse, forma parte y aportar valor a dos redes mundiales de influencia.
La primera de ellas es política: la alianza anglosajona, que espía y combate unida. Como ejemplo, los pilotos de caza de la Armada se forman durante dos años en EEUU, no en Talavera la Real (Badajoz), como los pilotos de caza del Ejército del Aire.
La segunda de las redes en la que la Armada forma un nodo importante es la industrial.
Tradicionalmente los tres ejércitos de nuestras Fuerzas Armadas han tenido una relación simbiótica con una empresa pública: la Armada con Navantia, el ejército de Tierra con Santa Bárbara y el Aire con CASA, que sólo se mantiene en el primer caso, tras la privatización de Santa Bárbara y su venta a la norteamericana General Dynamics y la integración de CASA en la multinacional europea Airbus.
La asociación industrial de la Armada con Navantia lo es también con industria norteamericana que integra los equipos de mayor valor añadido de los buques salidos de astilleros españoles. La venta por Navantia de fragatas a Noruega o Australia extiende la red y potencia el nodo español del que forma parte la Armada.
Esta orientación anglobáltica de la parte naval de las Fuerzas Armadas podría explicar incluso el divorcio de Navantia de su pareja francesa DCNS para poner en marcha el proyecto fallido de submarino S-80, con graves fallos de diseño, enorme desfase económico, programa aparentemente reflotado gracias a una asistencia técnica norteamericana.
La Armada mira y se relaciona estrechamente con EEUU, sus aliados anglos y también con la OTAN, alianza principalmente marítima que lleva la A del Atlántico donde estaban llamadas a operar las cinco fragatas antisubmarinos soviéticos con los que contamos; que hoy se integran naturalmente en agrupaciones navales de la OTAN en el cuerno de África, donde ya no hay piratas; en el Mediterráneo, donde son mal instrumento para atender el flujo de refugiados; en el conflictivo mar Negro (que baña Crimea y Ucrania) y hasta en el crecientemente peligroso mar del Norte, donde navega en este momento la F-102 que ha tomado al relevo a la F-104 tras cuatro meses en esas aguas fronterizas con Rusia; todo lo anterior sin autorización del Parlamento, requisito no obligatorio aunque afecte durante meses a cientos de militares españoles en el exterior.
Como contraste, el referente tanto político como industrial para el ejército del Aire es Europa, aunque la Airbus de clara influencia francesa y alemana supone una relación más débil que la de la Armada con Navantia.
La autonomía estratégica de la Armada con su inclusión en dos redes de poder internacionales ha sido una decisión mantenida en el tiempo y beneficiosa para la defensa de sus intereses. La pregunta es si su apuesta internacional e industrial es complementaria con la del resto de las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa o independiente.
Reconocida la capacidad de influir, también surge la cuestión de si se considera prioritario extender la voluntad de trabajarse una tercera red, la que comunica lo militar con el ciudadano, fuente este último de toda legitimidad y hasta en ocasiones de legalidad.
El poder y el ciudadano no pueden ya vivir en mundos paralelos, comunicados en red y con la capacidad creciente de emitir mensajes por parte de quien antes solo los recibía.
El poder moderno se ejerce en los medios de comunicación, es su terreno de juego.

Sugerencias



lunes, 10 de octubre de 2016

Carrefour, EEUU, Israel, armas

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Reposto de combustible mi vehículo en la gasolinera de una gran superficie comercial que me bonifica un 8% del precio del surtidor, acumulado en un cheque trimestral canjeable en la propia gran superficie.
Correfour no creo que pierda nada, dado el margen comercial de mi primera y segunda compra, me tiene atrapado para el gasóleo, la alimentación e incluso para terceras compras no previstas.
Lo anterior es un ejemplo de libro de programa de fidelización: no salgo de allí, aunque aún me resisto a la sección de viajes y a contratar el seguro de deceso.
Conservo en cualquier caso la libertad de cambiar de hipermercado; otra cosa sería que Carrefour o, mejor dicho, el Gobierno francés me entregara el dinero para comprar en los establecimientos de esa multinacional de capital francés, si es que no ha entrado aún en su accionariado algún fondo soberano de algún país del Golfo Pérsico o el de Noruega.
Salvando las distancias atlánticas y mediterráneas, algo parecido acaba de ocurrir con la firma de un acuerdo de seguridad entre Estados Unidos e Israel: se compromete una contribución financiera descomunal por parte de Washington a Tel Aviv (escribo capitales para no repetir países o presidentes) de 38.000 millones de dólares para la década 2019-2028 (no me puedo resistir a indicar que equivale a más de seis billones de aquellas pesetas con las que crecimos y luego engordamos).
Tres años de negociaciones han conseguido incrementar un 30% el pacto anterior.
Para hacerse una idea, con esa cantidad España podría pagar por duplicado todos sus compromisos de programas de armamento durante ese periodo, lo que de ocurrir se interpretaría como una pérdida de soberanía por nuestra parte, porque algo pediría a cambio tan generoso donante.
La relación militar entre EEUU y España nunca ha sido tan estrecha, con Rota y Morón como gran plataforma naval y aérea camino de Oriente Próximo y también del mando africano, y, que se sepa, el aliado americano no paga un duro, aunque gaste en las bases y en la OTAN.
Una clave de la ingente financiación militar de EEUU a Israel es que debe ser gastada en equipamiento militar norteamericano, con lo que se traduce en actividad para la industria militar de quien dona ("y puestos de trabajo para los americanos", se destacó en la firma), lo que las autoridades de la competencia militar, si existieran, deberían denunciar y prohibir; o alentar, quién sabe.
Es curiosa esta costumbre de justificar el gasto en seguridad con los empleos que genera la industria asociada, se buscan argumentos secundarios para apuntalar lo primario.
Hace referencia el acuerdo a 3.300 millones de dólares anuales para armamento como los cazas F-35, una treintena de aparatos, los primeros este mismo año; y otros 500 millones de dólares anuales para la defensa antimisiles que Israel desarrolla no ya con un sistema (Iron Dome), sino con tres (David's Sling y Arrow-3), que traducidos son Cúpula de hierro, La honda de David y Flecha en su tercera versión.
Obama pone fin a su mandato con este acuerdo multimillonario tras unos años de aparentes malas relaciones con el Gobierno extremo israelí, decisión no casual que podría tener relación con la campaña electoral en marcha Clinton-Trump y también como compensación al acuerdo que ha desnuclearizado Irán a medio plazo y aún así tan poco ha gustado.
"Israel se mantiene como el primer receptor en todo el mundo de la financiación militar extranjera de EEUU", informa la Casa Blanca, "desde que el presidente Obama tomó posesión, los Estados Unidos han entregado a Israel alrededor de 23.500 millones de dólares (entre 2009 y 2016)".
Sin embargo, los firmantes del acuerdo no fueron Obama y Netanyahu, sino la consejera de Seguridad Nacional y segundos niveles de Exteriores y Defensa, lo que no quita un dólar al compromiso.
Por si quedaran dudas, el acuerdo "es el reflejo más actual del compromiso inquebrantable del presidente Obama con la seguridad de Israel", aunque no fuera a la firma.
El acuerdo de financiación militar se entiende que opera en tiempos de guerra no declarada y abierta, en caso de conflicto está asumido que el Congreso aprobaría fondos adicionales y todo el equipamiento militar norteamericano sería susceptible de recibir la estrella de David en alguna base mediterránea, si fuera necesario.
Nunca en su historia la amenaza militar contra Israel ha sido menor que la actual, con Irak destruido, Siria desangrándose y Egipto asegurado tras el golpe de Estado. Tanta financiación y tanto escudo parecen exagerados para las actuales amenazas, aunque supone una contribución no menor a la carrera armamentística en la zona que va viento en popa con Arabia Saudí con el tercer gasto militar del planeta y el primer puesto mundial como comprador de este material.
Se desconoce el esfuerzo financiero norteamericano para la solución de dos estados que retóricamente volvió a salir en el acto de firma como salida al conflicto israelo-palestino, pero la inversión militar en Israel sobrepasará los 60.000 millones de dólares en veinte años (la cifra supera el PIB total de países como Luxemburgo o Uruguay).
Santiago Alba Rico, analista y traductor español -emparentado con la bruja Avería-, recuerda que los judíos hasta la segunda guerra mundial eran un colectivo despreciado y discriminado, muy similar a la fobia que hoy despiertan los musulmanes entre una parte de la población o sus dirigentes, imagen de los judíos opuesta a la actual. Tal cambio radical, sostiene, se ha producido al hilo de la función creciente de Israel como gendarme norteamericano en Oriente Próximo.
Diríamos que Israel desarrolla un papel neocolonial en la zona generosamente recompensado, en dólares y aprecio global.
Reconocerá el lector que la teoría se merece darle una vuelta.

Sugerencias


lunes, 3 de octubre de 2016

El mundo sigue

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Se van asentando lugares comunes, frases hechas, sentencias rotundas, majaderías campanudas sin evidencias que las respalden.
Una de ellas especialmente sangrante es que nuestros hijos por primera vez en la historia van a vivir peor que sus padres. Terrorífico, parece, que me quede como estoy; del 'viva el progreso' con el que arrancó el siglo XX al actual 'viva el retroceso'.
El primer argumento en contra es que no ha dado tiempo a confirmar sentencia tan rotunda, las predicciones catastrofistas, siempre las demográficas y las de largo plazo nunca se cumplen o nadie queda esperando a contrastarlas. El segundo argumento es que la frase revela un pesimismo infundado.
¿A qué se refiere? ¿Renta per cápita? ¿Mercado de trabajo? ¿Relaciones personales? ¿Van a querer menos a su pareja o a su mascota? ¿Se reirán menos que nosotros? ¿Dormirán peor?
Imaginemos que en veinte años los combustibles fósiles hayan dado paso a la electricidad generada con fuentes renovables para mover la economía y el transporte, todas las revoluciones -defiende alguno- contienen un cambio de modelo energético; otro escenario. En este sentido, las predicciones de hoy son pre-revolucionarias.
En los años sesenta del siglo XX había en España 170.000 estudiantes universitarios y ahora millón y medio, el nivel educativo se ha disparado, lo que si no tiene consecuencias laborales automáticas -alguna tiene, y sigue siendo ascensor social- sí aporta en cualquier caso más herramientas en sus cabezas para adaptarse a lo que venga.

Si nos referimos a la precariedad laboral, no conozco generación que tuviera el trabajo resuelto en la veintena. Dicen otros estudios que la mitad de los empleos futuros no se pueden estudiar hoy en la Universidad, porque aún no existen.
Hay que reconocer la precariedad actual en trabajos y salarios, fruto de un deterioro acelerado en los últimos ocho años, pero nadie nos dice que en los próximos ocho se puedan recuperar derechos y condiciones.
No cabe duda además de que el capitalismo, en su proceso de reinvención permanente desde el siglo XIX al XXI, desde la producción al márketin (de la cosa a la emoción y ahora a la experiencia), encontrará nuevas vías de desarrollo, un capitalismo probablemente más civilizado por pura supervivencia, por interés, para evitar que la desigualdad lo dinamite.
En caso contrario, los hijos de nuestros hijos vivirán aún peor que sus padres, con lo que el pésimo futuro cercano sería mejor que el lejano, es decir, mal menor, que nuestros hijos vivirán mejor que nuestros nietos.
Se dice que la contemplación de nuestros hijos viviendo peor que nosotros será o ya es fuente de votos antisistema o hacia partidos emergentes, la realidad demoscópica indica lo contrario, menor intención de voto hacia las nuevas formaciones políticas según se sube en edad; y los partidos antisistema ya han pasado de rodear el Congreso a sentarse en él, como el movimiento punk pasó de desafiar a la monarquía británica a la planta quinta de El Corte Inglés.
No tenemos ni idea de cómo le va a ir a nuestros hijos, quizá dependa en parte de lo que hagamos nosotros, parte también de lo que hagan ellos y otra parte de las circunstancias que se nos escapan o sobre las que no podemos influir.
En cualquier caso, en la generación del baby boom donde me incluyo eran frecuentes las familias numerosas; la que nos sigue son uno o dos hermanos, que heredarán el jugoso patrimonio económico y material que todos nosotros hemos acumulado tras una vida entre sábanas de seda.
Hay que confiar en que no reciban también las dosis de pesimismo, muchas veces poco más que miedo al futuro.
A cierta edad, normalmente demasiado tarde, uno descubre que no es mejor que sus padres; ni que sus hijos, cabría añadir hoy, tampoco en lo material, porque el futuro está hecho de esa materia oscura que ni los astrónomos son capaces de definir por desconocida.
La oscuridad del espacio profundo la aporta la lejanía, la ignorancia, temores.

Sugerencias